Absentismo II
Absentismo II

Absentismo II

 

Por Juan Antonio Quirós Martínez

ABSENTISMO II

¿Cuestiones climatológicas? ¿Cuestiones económicas? ¿Cuestiones de estudio?

 

 ¿Dónde no hay alumnos, que en sus estudios vayan justitos, incluso que repiten curso y que parece que no les «entran» los datos en la cabeza?, es decir, que están «pez».

Muchos padres, ante estas situaciones, optan por retirarles de aquello que más les gusta, para solucionar de esta manera -lo que entienden-, una falta de interés por los estudios. Esta decisión, muchas veces amparada por los mismos profesores y esperaba por los padres -que ya se encargan de irles amenazando tiempo atrás con ello-, hace que aparezcan respaldados, sin culpa de los posibles fracasos escolares de sus hijos y se justifican aludiendo que ellos han hecho todo lo posible; y puede ser así. En ese «todo lo posible» se haya, en la mayoría de las ocasiones, como única medida, la retirada temporal o total de la asistencia del gimnasio. Y yo me pregunto, ¿es efectiva esta solución?, ¿cambian los resultados? Pues, la verdad, es que en algunos casos si parece funcionar, en otros no, y los casos en que no es efectiva esta solución son mayoría. Pienso que no se debe ir al gimnasio precisamente. Esta medida resulta positiva para aquellos estudiantes que están pasando una «pájara», como los corredores de ciclismo, o en aquellos otros que aflojan temporalmente, que están pasando un bache durante el curso, pero para la inmensa mayoría, que sí le dedica tiempo al estudio, que tiene interés pero que no rinde, que sus amistades no son «sospechosas», que dedica unas horas diarias al estudio, encuentra, aparte de sentirse fracasados y que sus esfuerzos son infructuosos, que encima sus padres les amenazan y terminan por imponer un castigo ejemplar: «Fuera del gimnasio». Para los padres es muy cómodo quitarles una actividad que encima que les cuesta dinero, les «roba» tiempo para estudiar.

 

No soy un psicólogo para definir ni diagnosticar soluciones que resuelvan todo este embrollo, pero creo que estas medidas cercenantes tienden al fracaso más rotundo por varias razones. En primer lugar habría que aclarar si los padres dan de baja a los chicos retrasados o de bajo rendimiento escolar para que mejoren o para ahorrarse un dinero que prefieren usar para otros menesteres, al menos en un porcentaje importante podría ocurrir esto. La decisión aparece un tanto sospechosa. Segundo, la mayoría de las veces no se soluciona el problema. Tercero, si se trata de quitarles algo que les duela, ¿por qué, por ejemplo, no les impide lalir a jugar a la calle con sus amigos?, ¿por qué no les deja sin salir los fines de semana?, ¿por qué no les quita de ver la televisión? ¿No es la televisión uno de los mayores ladrones de tiempo, donde pasan muchas horas a la semana contemplándola? ¿Acaso no es preferible para muchos padres la comodidad de que los niños les dejen tranquilos, absortos on el «vampiro» de la tele? Será, quizá, porque si desenchufasen el televisor, tendrían que tomar un papel más activo en el problema, siendo ellos mismos sufrientes, viviendo más de cerca el problema, compartiéndolo con sus hijos. Aunque hay muchos padres con horarios difíciles, que llegan tarde a casa y cansados del trabajo, pero los hay que no aceptan más responsabilidades, y se las cargan al mismo adolescente y a los profesores del instituto. Otro tanto sucede con la educación, piensan que allí la recibirán, y esto es un error. En el instituto reciben datos y conocimientos, pero la educación se la tienen que dar los padres.

 

Pienso que el fracaso, posiblemente, no recaiga únicamente en el estudiante, sino en una cadena de circunstancias en las que formarían parte, como un eslabón más, los padres, la educación, los profesores, el mismo sistema de enseñanza y algunos otros que sin duda se quedan en el tintero.

 

 

 


Un castigo ejemplar: «Fuera del gimnasio»


 

 

Por otro lado, ante un posible fracaso escolar, posibles soluciones serían dedicar un tiempo a unas clases especiales, un profesor particular, enseñarles a estudiar, atención filial del progreso, apoyo efectivo y afectivo familiar, alguna conversación para averiguar qué sucede, etc.

Hay estudiantes que van «justitos» en el curso pero que, paralelamente, estudian otros temas que ahogan la capacidad de asimilación. Los padres, nuevamente temerosos de que sus hijos no alcancen un nivel óptimo y que por ello no puedan acceder a un puesto de trabajo bien remunerado (preocupación por otro lado lógica a tenor del acoso de la hambrienta fiera del paro laboral que amenaza constantemente a la mayoría de los ciudadanos de clase obrera), les preparan una especie de hamburguesas académicas, cuyos ingredientes suelen ser: inglés o francés, informática, contabilidad, taquigrafía, entre los más señalados que, repito, ahogan a los chavales, sobre todo a los que ya de por sí tienen dificultades para sacar adelante su curso escolar y es ahí donde reside uno de los problemas. En un artículo editado por la revista «Pronto», la Pedagoga Mª del Carmen Pizarro dice: «Es muy corriente que después de pasarse un buen número de horas en el colegio, incluso comiendo allí, los padres obliguen a sus hijos a continuar la jornada. Algunas de estas enseñanzas requieren, además que el alumno les dedique posteriormente un tiempo de estudio. Al final los niños acaban por no disponer de tiempo para jugar con los amigos o para descansar de la jornada colegial. Y tanto el descanso como el juego son absolutamente necesarios para su evolución física y mental. Por otro lado algunos padres utilizan las clases extraescolares para que sus hijos estén ocupados un tiempo que debían dedicarles ellos. otros prefieren que aprendan cosas que les hagan más competitivos en el futuro. ¿Cuál es la mejor postura a tomar?

 

 


Los estudiantes que se ven obligados a abandonar el gimnasio, son los candidatos número uno a que jamás regresen


 

– No se debe obligar a un niño a realizar estas actividades, de hacerlo hay que asegurarse de que realmente él quiere.

– Si así lo decide hay que programarle sólo una actividad, no varias.

– Mientras la realice conviene estrechar el contacto con los profesores del colegio por si el cansancio le impide prestar la debida atención en clase y puede bajar su rendimiento escolar.

– Hay que tener en cuenta que no es lo mismo hacer ejercicios físicos como baile, o Karate, que esfuerzos intelectuales -solfeo, inglés-, que además de aumentar el cansancio mental del día, requieren un tiempo posterior de estudio».

 

Los estudiantes que se ven obligados a abandonar el gimnasio, son los candidatos número uno a que jamás regresen. Al quedar descolgados de sus compañeros y tener que volver a empezar tras varios meses de ausencia, se desmoralizan. Por otra parte los beneficios del ejercicio físico, más los que la práctica de Artes Marciales les han aportado, se han perdido. Entre estos últimos cabe destacar precisamente la ayuda que aporta en la asimilación de los estudios.

 

 


La educación se la tienen que dar los padres


 

Ante esta amalgama de datos, preocupaciones, cierto desconcierto a veces y tensiones en otras, están los gimnasios que con sus diferentes actividades desintoxican de tanta letra, número y ansiedad. Despejan la mente durante un tiempo de todo un aluvión de pensamientos ofreciéndola un descanso necesario.

hay que preocuparse del futuro; pero no por eso hay que olvidar el desarrollo físico con la complejidad que esto conlleva y el beneficio que toda actividad física tiene sobre el organismo, a nivel de crecimiento, desarrollo y mantenimiento. No olvidemos que el cuerpo, especialmente el de los jóvenes, necesita de ejercicio, de desarrollo, de quemar el exceso de calorías y que ellos se pasan muchas horas diarias sentados en las clases de la escuela o instituto y en casa durante las horas de estudio.

 

Suponiendo por un momento, y así sucede en algunos casos, que castigar de esta forma a los «malos estudiantes» supusiera un revulsivo o solución, seguiríamos manteniéndonos absolutamente en desacuerdo con la medida en el 90% de los casos; porque creemos que precisamente es la menos adecuada para quien la sufre: el estudiante. Repito, suponiendo que fuera positiva. Analicemos como se utiliza ese tiempo. Los primeros días y reciente el castigo, al salir de sus clases, los metemos en casa para que continúen estudiando y alcancen el nivel apropiado para superar las notas deficientes. Pasados tres o cuatro días, la medida afloja. Los chavales comienzan a negocias, prometer, etc. con los padres para que cese esa pesadilla. Pasados otros seis o siete días nuevamente la medida afloja, pues entre otras cosas comenzará a dar la lata y a incordiar por nervios y tensiones. Además el fin de semana, si continúa el castigo, es castigo para todos porque se tendrán que quedar a vigilarle. Tras varios intentos fallidos para romper el castigo, al final consiguen convencer a los padres y salen a dar una vuelta o jugar un rato. Los padres incluso pueden regañar entre sí, al opinar posiblemente de diferente manera. En el fondo lo hacen por su bien, pero pronto se dan cuenta de que es complicado y además no aprovecha suficientemente el tiempo, que mira los libros y apuntes pero pierde concentración y se satura. en otras palabras, no aprende lo que se preveía. Más tarde llegan a entender que la mente necesita un descanso, un reposo y se les deja salir más tiempo. A partir de aquí, los chavales están el mismo tiempo o más, descansando o de ocio, que el tiempo que pasaban en el gimnasio y seguramente, si continúa la sanción, terminarán por aborrecer o no querer regresar al perder el hábito. Con el paso de algunos días más, son los mismos padres quienes querrán e intentarán que sus hijos vuelvan, intentando convencerles de la conveniencia y beneficios de la actividad abandonada, cosa que ellos pueden plantearse para sí en términos como: ¿si era tan bueno por qué me quitó? Puede ser que ambos, padres e hijos, comprendan los resultados de todo lo mencionado, un fracaso. En esta situación se han encontrado y se encuentran padres e hijos, no sólo los relacionados con las Artes Marciales sino con deportes de todas las clases. Por responsabilidad los padres intentan salvaguardar a sus hijos de las malas compañías, de los malos ambientes, de todo aquello que les pueda perjudicar, de los peligros reales que existen por las vías públicas como prostitución, droga, alcoholismo, etc. Así pues, los padres pueden entender que ellos también han fracasado y han perdido la tranquilidad que da el saber que sus hijos estaban a buen recaudo, no sólo de las inclemencias del tiempo, sino en buena compañía y bajo la tutela de profesionales.

 

Cuando oigo comentarios de que practicar Artes Marciales o entrenar en un gimnasio es caro, siempre pienso que se referirán a esos de tipo «Corte Inglés», donde encuentras de todo y te cobran por anualidades o semestres; de otra manera no lo entiendo. Como puedo estar nuevamente confundido, repasemos esto. En primer lugar, según la clase social y los dineros que se tengan, llevaremos un tren de vida acorde; con lo cual lo caro o barato puede estar relacionado con que un elemento se salga fuera de su poder adquisitivo. En segundo lugar, como media, las cuotas que se cobran en Karate, en un gimnasio de tipo medio, suelen rondar las cuatro o cinco mil pesetas para los adultos y dos o tres mil pesetas para los infantiles, exceptuando los precios benéficos de competencia desleal que cobran algunos estamentos, pero de esto ya hablaremos otro día.

 

 


Como actividad física, es quizá una de las más baratas


 

Si las clases son de tres días por semana, y como media, un mes tiene cuatro semanas, tendremos unas 12 horas por mes. Si hacemos cuentas veremos que a los adultos les sale la hora entre 300 y 416 pesetas y a los infantiles entre 169 y 250 pesetas. Si esto es caro, ¿díganme ustedes cúanto les cuesta el tomar en un simple bar unas cervezas con su familia, o el tomar una copa en un pub, el ir simplemente al cine?.

 

Pienso, que como actividad física, es quizá una de las más baratas, y no me olvido del traje de Karate, del cinturón ni de nada, pero como nuevamente puedo estar confundido, veamos ¿es el tenis más barato?, ¿cuánto cuesta alquilar una hora una pista?, ¿y las zapatillas, pantalones, raqueta, pelotas, cordaje, etc.?, ¿el ciclismo es acaso más barato?, ¿la caza?, ¿el baloncesto?

 

Algunos deportes son caros y otros más asequibles, las Artes Marciales entran dentro del término medio-bajo, al igual que los deportes de gimnasio, si tenemos en cuenta sobre todo, lo que se recibe a cambio, como son instalaciones, atención profesional, etc., pero eso sí, lo más económico es coger una pelota y dar cuatro patadas en el campo (aunque para ir al campo hace falta ir en coche) y esto no tiene constancia en la práctica ni se llega a niinguna parte, si es que hay que ir a algún sitio.

 

Hay también padres que apuntan a sus hijos, mareados por éstos, a natación, al mes siguiente a fútbol, al siguiente a baloncesto, al otro a Karate, etc. Hay que sujetar al niño en alguna actividad, la que sea, pero que se estabilice y comprometa a permanecer, al menos una temporada para que sepa de que va cada cosa y le llegue gustar algo. En uno, dos o tres meses no pueden saber si les gusta o no. No hay que ser como las mariposas que van de flor en flor.

 

Ahora que estamos en períodos previos a exámenes, y con vistas al futuro, hay que tomar las soluciones más apropiadas, comprometerse y sopesar bien las decisiones que se tomen para evitar lamentaciones posteriores.

 

Deseo sinceramente no haber molestado a nadie, en todo caso, aclarar o exponer una serie de hechos y opiniones que nos ayuden a todos.